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LA IGUALDAD DEL OLVIDO |
18 de Marzo, 2012
·
La igualdad del olvido |
Y entraron las libélulas para
dar luz al estropicio de bisagras oxidadas, cristales rotos y repisas abatidas.
Como sombras sedientas, los bichos desordenaron la noche con su pandemonio de
intermitencias ardorosas.
Hasta entonces, la bóveda había
permanecido oculta al eco bobo del bullicio y a los aires rancios del
combustible quemado; la oscuridad se había guarecido allí, bajo la negra loseta
del panteón familiar de tres apellidos.
Fue una invasión temible pese
al poder artillado de una guardia cargada de olores diversos, huesos en punta,
bocas siniestras y velas apagadas por un soplido remoto.
Las libélulas sobrevolaron las
abulias de los muertos, sus tercas muecas, últimas y tiesas; giraron en
derredor en el largo y angosto vestíbulo donde la furia escandalosa de lo
extinto celebraba el horror.
En ese refugio del olvido, los
insectos clarearon el estrago, iluminaron la historia, alumbraron el desorden.
Por un instante amarillearon la cripta y opacaron el reverbero azulnegro de una
estirpe que había practicado sometimientos de índole diversa, reclutando
inválidos, sembrando miseria y explotando negritos que ni nombres tenían; un
linaje ahora mustio entre maderas podridas y verdes abrazaderas de bronce. Esas
ánimas no habían merecido ni la piedad del infierno y seguían allí, muriéndose
para siempre.
Las urgentes libélulas, que
deseaban multiplicarse en un cobijo sereno, en un resguardo silencioso, en un
regazo caliente, advirtieron que no era un buen lugar para la vida y sólo
dejaron sus heces. |
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publicado por
perlateo a las 14:13 · Sin comentarios
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En imagen |
Tapa del libro: Mónica Caputo. Ilustraciones interiores de Rubén Pergament |
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Al margen |
Anotaciones por Alicia Digón y Héctor Faga |
Ricardo Rubio roza el rimmel, el rictus de las palabras y se filtra en los intersticios del lenguaje para domar al músculo de esa realidad que se torna otra. Alucinada, fatal, a veces introduce una estética extraña, procaz y provocativa. Ese juego de rarezas cotidianas que da vuelta como un guante a aquella minificción que da la espalda a la fantasía atrevida. Diríase que estas minificciones recortan al hombre post moderno, urbano, líquido, y ahí, en ese espacio, RR se vuelve insolente, rescata historias del pozo de los infiernos, allí, donde se cocina la verdadera literatura. RR, insisto, le saca fotocopias (cien) al ombligo de una mujer, mientras su jefe se pierde en la espesura de su cuerpo. Quien lo acompaña, es decir: quien lo ilustra, también juega al dominó con el diablo, y -como diría Ike Blaisten- sus dibujos, aparentemente inocentes, "tocan el violín en la panza de la luna". (Alicia Digón)
...del amor, la ira, la tristeza, la duda, la lujuria o la ambición, no excluyen la crítica, la ambigüedad y la fantasía. Bajo una apariencia coloquial, Ricardo nos muestra un exquisito manejo del lenguaje. Qué, si no, puede decirse de expresiones tales como “los feroces fusiles aullaban con su tos de chispa y desenfreno”, “mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes”, o finalmente, “tajando en dos el pasado como una gacela muda”, preciosas imágenes exteriores a ser recreadas y desmenuzadas en la soledad de nuestro interior... (Héctor Faga) |
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