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14 de Mayo, 2010
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El tordo y el poeta |
Ilustración de Rubén Pergament
Era un bardo sombrío que chapuceaba endechas chillonas;
un vate egoísta, ególatra y aguachento que diluía palabras muertas en ecos que
no las repetían. Una tarde, un terco tordo tartamudeó un trino atávico
sobre su techo. El pálido trovador, poseído por pretendidas, profusas y
pérfidas pasiones, siguió con sus ojos el derrotero que el ave dibujaba en el
espacio, flameando en un periplo de indecible actitud, y creyéndose un dios,
quiso improvisar un poema. Abrió la boca para lanzar al aire una égloga
inmortal como la envidia o una bucólica inolvidable como un salpullido negro o un romance idílico como el almíbar de la rosa más
dulce del jardín más delicado, o un singular soneto sesudo que estrujase las tristes
ideas del mundo o un romance moro que se repitiera en las romerías o una cuarteta romántica con pasión y entrega o una tercina ilustre o, al menos, un madrigal claro y sentencioso. Buscó las mejores palabras de su acerbo, sabiendo que
el ave que ondulaba el aire las escucharía. Con el esfuerzo constipado probó
abordar ideas que engordaran sus palabras con la emoción repentina. Pero no
acudió a él ni la más pobre sílaba; no hubo ningún sonido que se aproximase a
su garganta. Permaneció en silencio largo rato con la boca abierta. Cansado y
aburrido, el tordo dejó caer en ella su mejor opinión. |
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publicado por
perlateo a las 17:19 · 2 Comentarios
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En imagen |
Tapa del libro: Mónica Caputo. Ilustraciones interiores de Rubén Pergament |
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Al margen |
Anotaciones por Alicia Digón y Héctor Faga |
Ricardo Rubio roza el rimmel, el rictus de las palabras y se filtra en los intersticios del lenguaje para domar al músculo de esa realidad que se torna otra. Alucinada, fatal, a veces introduce una estética extraña, procaz y provocativa. Ese juego de rarezas cotidianas que da vuelta como un guante a aquella minificción que da la espalda a la fantasía atrevida. Diríase que estas minificciones recortan al hombre post moderno, urbano, líquido, y ahí, en ese espacio, RR se vuelve insolente, rescata historias del pozo de los infiernos, allí, donde se cocina la verdadera literatura. RR, insisto, le saca fotocopias (cien) al ombligo de una mujer, mientras su jefe se pierde en la espesura de su cuerpo. Quien lo acompaña, es decir: quien lo ilustra, también juega al dominó con el diablo, y -como diría Ike Blaisten- sus dibujos, aparentemente inocentes, "tocan el violín en la panza de la luna". (Alicia Digón)
...del amor, la ira, la tristeza, la duda, la lujuria o la ambición, no excluyen la crítica, la ambigüedad y la fantasía. Bajo una apariencia coloquial, Ricardo nos muestra un exquisito manejo del lenguaje. Qué, si no, puede decirse de expresiones tales como “los feroces fusiles aullaban con su tos de chispa y desenfreno”, “mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes”, o finalmente, “tajando en dos el pasado como una gacela muda”, preciosas imágenes exteriores a ser recreadas y desmenuzadas en la soledad de nuestro interior... (Héctor Faga) |
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