|
PARTIDA DOBLE |
09 de Septiembre, 2009
·
Partida Doble |
Hasta conocerla, yo había sido atildado, atemperado, abstemio y bastante estúpido. No había conocido más que mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes debajo de las raíces negras de sus teñidos quemados. Cobraba las tajadas del jefe y no separaba un centavo para mí; a cambio, recibía una palmada, un magro pago semanal y el abrazo intenso de alguna compañera regordeta en el baño de la muni. La edad ya me arrastraba a la desidia y había empezado a practicar la imbecilidad como excusa, cuando ella llegó a mi noche solitaria abriendo la boca de la pena, huyendo de un futuro que cotizaría el precio de su prestancia, que le dejaría el sexo blando y el seso duro. Entrenada por su padre y corrompida en cuotas por el maltrato, vino a dar a mi puerta y a mi pieza la noche de un mísero martes de mayo de dos mil y pico. Carrozada con curvas y salientes, era una breva breve, pero brava de bragas. Cenó con avidez, bebió como un desierto y me convidó la cama para darme las gracias que por pudor no acepté. La miré mientras dormía; luego, la dejé sola con su noche y salí a caminar. Pasaban los días y el instinto me instaba a no perderla detrás de un no que cancelara su presencia para siempre. Aturdido por sus atributos, por su horrible belleza, por la triste alegría que me daba, no tardé en aceptar las ofertas de su sensualidad. Fue así cómo los tentáculos de la tentación y la trampa caliente de su carne me invadieron de rojo los ojos. Acepté su modo de sufrir y de librar el humo entre los labios, me acredité su beso avieso, su ropa huidiza, el tramo sedoso de sus bordes y el tobogán de su espalda; me sumé al sumo zumo de su inmediatez, y debí pagar su lencería, su biyuterí y lo que atravesaba su boca. Todo cambió desde entonces: empecé a quedarme con los vueltos antes de que otro se los quedara, a visitar clientes para mí, a presionar buscavidas y a tajar todo tipo de bagallo que ventilara por izquierda. El jefe lo supo antes de lo previsto y me gerenció la visita de un gorila que me sorprendió en la cama abrazado a ella. El mono empezó a darme sin languidez y caí al desmayo. Cuando desperté, el hampón estaba muerto sobre la chica, la sangre teñía las sábanas, la colcha y el colchón. Ella apenas respiraba, pero seguía aferrada a la tijera que descubrí al voltear al mastodonte. Lo dejamos caer al pozo ciego; ella me dijo que ese tipo era su padre. Ahora en la muni, hasta el jefe me teme. |
|
publicado por
perlateo a las 19:34 · 1 Comentario
· Recomendar |
|
|
Comentarios (1) ·
Enviar comentario |
|
Comentario de : Rodriguez del barrio Sur [ Visitante ] Muy bueno, muy bueno. Una parla precisa. El pobre se vino a convertir en una especie de \"bacan que te acamara\" pero sin guita. Perfecto el descenlace. Saludos Senén 15/07/2008 @ 15:50:59
Comentario de : lopez Romero [ Visitante ] Sitio web Es la primera vez que estoy aquí, me sedujo tu escritura y la trama del cuento. Mi afecto. 30/05/2008 @ 21:41:46
Comentario de : Carabelli [ Visitante ] Ta bueno don Yubio, muy buen vocabulario y muy buena la narración de cómo alguien deviene argentino un abrazo Julio
22/05/2008 @ 20:19:36
|
|
En imagen |
Tapa del libro: Mónica Caputo. Ilustraciones interiores de Rubén Pergament |
|
| |
Al margen |
Anotaciones por Alicia Digón y Héctor Faga |
Ricardo Rubio roza el rimmel, el rictus de las palabras y se filtra en los intersticios del lenguaje para domar al músculo de esa realidad que se torna otra. Alucinada, fatal, a veces introduce una estética extraña, procaz y provocativa. Ese juego de rarezas cotidianas que da vuelta como un guante a aquella minificción que da la espalda a la fantasía atrevida. Diríase que estas minificciones recortan al hombre post moderno, urbano, líquido, y ahí, en ese espacio, RR se vuelve insolente, rescata historias del pozo de los infiernos, allí, donde se cocina la verdadera literatura. RR, insisto, le saca fotocopias (cien) al ombligo de una mujer, mientras su jefe se pierde en la espesura de su cuerpo. Quien lo acompaña, es decir: quien lo ilustra, también juega al dominó con el diablo, y -como diría Ike Blaisten- sus dibujos, aparentemente inocentes, "tocan el violín en la panza de la luna". (Alicia Digón)
...del amor, la ira, la tristeza, la duda, la lujuria o la ambición, no excluyen la crítica, la ambigüedad y la fantasía. Bajo una apariencia coloquial, Ricardo nos muestra un exquisito manejo del lenguaje. Qué, si no, puede decirse de expresiones tales como “los feroces fusiles aullaban con su tos de chispa y desenfreno”, “mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes”, o finalmente, “tajando en dos el pasado como una gacela muda”, preciosas imágenes exteriores a ser recreadas y desmenuzadas en la soledad de nuestro interior... (Héctor Faga) |
| |
|